Como discípulos de Jesús somos llamados a perseverar a lo largo del camino angosto que lleva a la vida eterna. Esa perseverancia produce carácter probado y una creciente habilidad o disposición hacia lo que agrada a Dios ante la urgencia del Día en que compareceremos delante de Él para rendir cuentas. Esto es a lo que las Escrituras llaman ‘sabiduría’ nacida del temor a Dios, y alcanzarla forma parte central de la vida de oración.